Club Centro Valenciano
• San Juan • Argentina •
Mis raíces, mi cuna, mi familia: Club Centro Valenciano
Si tuviera que señalar un lugar donde todo comenzó, donde se forjó
no solo el jugador que soy, sino también gran parte de la persona
que soy ahora, ese lugar es el Club Centro Valenciano. Mi casa. Mi
primer amor. Mi segunda familia.
Empecé a patinar ahí con tan solo tres años, sin saber que ese piso iba
a ser el escenario de tantos momentos inolvidables. Pasé mi infancia,
mis veranos en el camping, mis días enteros recorriendo el club como
si fuera mi propio patio trasero.
Jugué con los colores rojo, amarillo y azul durante más de 15 años. Desde
la escuelita hasta la primera división, con una pasión que se multiplicaba
año a año. Y no fue casualidad: nací en una familia hockística. Mi papá
fue arquero, mi hermana jugaba, mi hermano también... pero la verdadera
causante fue mi mamá. Ella, con ese amor que solo las madres tienen,
me empujó a meterme en el deporte de mi vida.
Desde muy chico fui competitivo, pero también tuve la fortuna de crecer
en un club ganador. De la mano de Juan Manuel Garcés y de mi dupla de
siempre, El Gori Maximiliano Ortiz, gané TODO. Al igual que con cada
entrenador que tuve, me llevé enseñanzas que hasta hoy me acompañan.
Pero si hubo alguien que fue mi DT inquebrantable, fue mi viejo: un entrenador
apasionado, un sabio, un padre que me enseñó desde el amor, sin imponer,
guiando desde el respeto y dejándome decidir.
Valenciano me enseñó a ganar, sí. Pero también me enseñó a vivir el deporte
con valores que hoy siguen firmes en mí: entrega total, compromiso, humildad
para laburar siempre y esa locura hermosa por dejar todo.
Si la bocha iba al arco, primero tenía que pasar por nuestros cuerpos.
Ese era nuestro lema. Así se jugaba. Podía faltar talento, pero nunca
actitud. Éramos más que un equipo: una hermandad.
Estoy entre los tres jugadores con más títulos en la historia del club,
y aunque eso me llena de orgullo, hay algo que me emociona aún más: haber
compartido la pista con mi hermano, haber ganado juntos campeonatos.
El cierre perfecto para una etapa inolvidable.
El club fue mi escuela emocional. Personas como el Viejito Bustos, que
ya no están, me marcaron a fuego. Familia, amistades para toda la vida,
viajes, anécdotas, lágrimas, risas, aprendizajes… hubo tanto.
Hoy, desde donde esté, con los patines puestos y el alma encendida, siempre
voy a llevar a Valenciano adentro. Porque ahí empezó mi sueño.
Y aunque uno vuele alto, nunca debe olvidarse de sus raíces.